TORAL Y LA LOTERÍA DE NAVIDAD
Siempre decimos que las Navidades son para los más pequeños, quienes sin duda con más ansia esperan los típicos regalos de estas fechas. Sin embargo, no es menos cierto que los más mayores -o menos niños- también aguardamos estos días con una ilusión en muchos casos difícilmente contenida, siendo el primer objetivo (y muchas veces el prioritario) el sorteo de la lotería que tiene lugar el día 22 de diciembre. Aun cuando la variedad de juegos de este tipo se ha multiplicado en los últimos tiempos (lotos, quinielas, cupones, etc.), no cabe duda que la Lotería de Navidad sigue siendo la preferida por un mayor número de personas, a pesar de no ser la que más premios reparta. Y es que la tradición, o la costumbre, tienen en muchas ocasiones más influencia que la misma lógica.
Si bien desde 1763 se celebraron sorteos con un sistema similar al de la actual primitiva, el primer sorteo de lotería moderna, tal y como la conocemos, tuvo lugar en 1812, aunque será en 1892 la primera vez que se mencione el Sorteo de Navidad. Desde sus inicios, la lotería se ha visto como una opción real y directa para resolver la mayoría de nuestros problemas (al menos los de tipo económico), por lo que el volumen de dinero jugado se incrementa de manera constante e incluso tiende a acentuarse en momentos de crisis.
No sé cuándo llega la lotería hasta Toral por vez primera, pero debemos tener presente que hasta el siglo pasado este pueblo no era ni mucho menos un lugar de economías solventes, identificándose la mayoría de sus habitantes con familias de escasos recursos monetarios. La adquisición de lotería, por lo tanto, no podría ser, en el mejor de los casos, más que muy limitada; a lo que habría que añadir la casi segura problemática de tener que desplazarse a núcleos de población más importantes para hacer efectiva su compra.
Sin embargo, hay evidencias de que los emigrantes toralenses de fines del siglo XIX y principios del XX, quienes en sus destinos transoceánicos consiguen alcanzar habitualmente un nivel de vida mucho más desahogado que aquí, juegan a la lotería, siendo intermediarias en muchas ocasiones las diversas sociedades creadas por los propios emigrantes españoles.
Así, y por poner un ejemplo, Severino Rodríguez Santín adquiere en 1922 participaciones del número 28371 al precio de 10 pesetas, que ofrece entre sus afiliados la Sociedad Española de Beneficencia de La Ceiba, en Honduras. Pero no del todo satisfecho también compra, ¡por 100 pesetas de la época!, un vigésimo del 19131 (cada billete de 2.000 pesetas se dividía en 20 de cien), número llegado desde una administración sevillana. Considerando que el primer premio ascendía a 15 millones, de haberle tocado el gordo, si mis cuentas no fallan, habría obtenido 750.000 pesetas.
Pero al tratar de este tema en Toral resulta obligado referirse a la Lotería de Cosmos. Una tradición, dentro de otra tradición, tan presente en la memoria reciente del pueblo que ha llegado a convertirse en algo casi mítico. Hasta el momento no he podido documentar en qué año comienza esta empresa a ofrecerla entre sus empleados, pero en cualquier caso no resultaría extraordinario que fuera la primera en hacerlo teniendo en cuenta su papel predominante, y casi exclusivo, entre la industria local de la primera mitad del pasado siglo.
Las referencias a la conocida como etapa de autarquía económica española tras la Guerra Civil, que se extendió durante los años cuarenta e inicios de los cincuenta, en los que la carencia de productos básicos era habitual para un buen número familias, siempre tratan de ser evitadas por las personas que tuvieron que sufrirla. Los pocos recuerdos de un Toral gris, en una España también gris, son reflejo de los limitados momentos de alegría que se disfrutaban a lo largo de unos duros y monótonos años dominados por la escasez y por la necesidad; resulta por tanto lógico que no se quiera volver a recordarlos.
De estos años me ha contado a menudo mi madre sus recuerdos de la lotería cuando aún era una niña. Mi abuelo le aseguraba que les iba a tocar, y con el dinero del premio se comprarían un ternero; por si a alguien le surgen dudas, la ilusión era la de poder comer carne todos los días… hasta que se acabara. Naturalmente las posibilidades reales de tener suerte resultaban muy distantes de las expectativas creadas, máxime si con el dinero disponible tan solo se podía jugar una participación en el número de Cosmos.
Hoy, muchos años después, las necesidades parecen otras, y todos aquellos afortunados a quienes les sonríe la suerte con el gordo aseguran que dedicarán el dinero a tapar agujeros, como si nuestro mundo se hubiera convertido en un gigantesco queso gruyere (lo que, por otra parte, puede estar muy próximo a la realidad).
Pero las esperanzas de unos siempre han generado la picaresca en otros, y Toral no parece haber sido ajeno a estafas relacionadas con la lotería. En 1955, unos días antes del sorteo de Navidad, la Guardia Civil detiene a José Luis M. del V., “empleado de una empresa” (lo que me hace pensar en Cosmos), quien se dedicaba a vender participaciones del nº 17361 sin los correspondientes billetes de resguardo.
Las sospechas surgidas entre algunos de sus propios compañeros, que habían caído en el engaño, llevó a que estos mismos fueran los denunciantes del hecho. La investigación deparó el hallazgo de talonarios de participaciones por más de 3.000 pesetas todavía en poder del detenido, quien ya había logrado vender otras por una valor aproximado de 1.600.
Al hablar de la lotería de Cosmos muchos pensarán en el 55320, e incluso se referirán al mismo como el número al que siempre se jugó en la empresa. Como hemos podido ver en las imágenes que acompañan este artículo, esta no ha sido la realidad, y durante bastante tiempo el número jugado variaba cada año.
Conforme a los datos que me han suministrado (1), la primera vez que se juega al 55320 es en 1972, realizándose su compra en la administración de Fabero. Desde entonces y hasta mediados de los años noventa, momento en que se jubila el propietario, allí se encargó el número; a partir de la fecha indicada ha sido la administración de Cacabelos la responsable de conseguirlo. Un error en la petición del número por parte de la administración faberense provocó que un año de la década de los ochenta se tuviera que jugar al 55230; afortunadamente aquel sorteo no benefició al ya entonces número habitual, por lo que podemos recordar este hecho como una anécdota curiosa y no tener que calificarlo de “auténtica catástrofe” (al menos psicológica).
En las últimas décadas se han incrementado de forma sustancial los negocios de Toral (al igual que los de cualquier otro lugar) que ofertan participaciones de lotería de Navidad entre sus clientes. Se haría muy extenso el tratar de ser minucioso con cada uno de los mismos y, además de faltarme mucha información para intentarlo, seguro que alguno se me olvidaría.
De todos modos sí quiero destacar positivamente el esfuerzo que siguen realizando con la elaboración de estas participaciones, que mantienen viva una ya larga tradición de nuestra lotería. Algo que, por desgracia desde mi punto de vista, Cosmos ya no hizo el pasado año, perdiéndose una de sus clásicas señas de identidad.
Entiendo que tanto el incremento del poder adquisitivo como el interés de la gente por hacerse con este número han favorecido la venta de décimos, y que además este tipo de distribución facilita la gestión del intermediario, no teniendo que responsabilizarse de la custodia de los décimos, como sucede en el caso de su venta en participaciones. Pero los décimos no reflejan su vinculación con la empresa, sino con la administración donde se adquieren, y de haberse actuado siempre así, este mismo trabajo, por ejemplo, habría resultado más difícil de elaborar y menos llamativo en la documentación que podríamos haber aportado.
Seguro que los lectores tenéis más información y anécdotas que añadir a esta rápida revisión del tema tratado. Por mi parte finalizo, como no podría ser de otra manera al hablar de lotería, deseando que este año la diosa Fortuna se acuerde de todos vosotros.
Carlos Fernández Rodríguez
León, Diciembre de 2009
(1) Mi más sincero agradecimiento por estas noticias a José Luis Díaz Mondelo, cajero en Cosmos desde inicios de los setenta hasta fechas recientes, y a Angel Balboa por su labor de mediador.
Colaboración publicada con anterioridad el : 17/12/2009
