Quantcast
Channel: AF2Bierzo
Viewing all articles
Browse latest Browse all 17893

La Memoria furtiva- Capitulo 1

$
0
0

La Memoria furtiva- Capitulo 1

Manuel Camuñas Lama y “ La Memoria furtiva”

clip_image002

II

Manuel entró en el jardín de la residencia y cerró la cancela que dejaba atrás, era un gesto que hizo cientos de veces desde hacía tres años pero hoy era el primer día de vacaciones y Manuel se dirigía, como otras veces había hecho, a la residencia de ancianos donde estaba su padre desde tres años antes. Era una rutina que, bien a solas o en compañía de su mujer, repetían tres veces por semana, le hacía compañía durante un rato, después se despedía de él y pasaba a recoger la ropa sucia para llevarla a lavar y volver, con ella limpia, al cabo de dos días. El edificio era una casa antigua de principios del siglo XX que fue casa de campo de alguna familia de clase media de Barcelona y que recientemente fue reformada para convertirla en una residencia de ancianos. Buscó, entre los ancianos que estaban sentados a la sombra de los árboles o paseando por el jardín, a su padre sin verlo.

_Buenos días, veo que estás muy atareada ¿Dónde está mi padre? _preguntó a una de las cuidadoras mientras miraba a su alrededor por si lo veía deambulando por el jardín_

_Buenos días, hoy José está mas contento que otras veces, está paseando por el pasillo ¿Quiere que le llame? Desde que terminó el desayuno me ha preguntado varias veces por usted.

_No, no le llame, yo iré a buscarle, voy a acompañarle un rato a pasear por fuera, en la calle y si, como dices, está contento le gustará.

_Si necesita alguna cosa me llama, yo estaré por aquí.

_Muchas gracias, así lo haré si le necesito –Contestó Manuel mientras miraba a su alrededor hasta que vio a su padre que le hacia gestos con la mano desde la puerta del edificio. Aquí está, buenos días papá.

José apareció traspasando el umbral de la puerta que daba salida al jardín, estaba muy contento, los ojos le brillaban de alegría, las manos buscaban, precipitadas, el apoyo de la baranda de bajada, balbuceaba palabras que no acertaba a expresar mientras la saliva le asomaba en los labios para, inevitablemente, caer encima de sus zapatos.

_Si… Días Siii… Ven, ven…

_Ven aquí y dame un abrazo, veo que estás muy contento y me alegro porque quiero hablar contigo.

A José le gusta que le abracen, él se queda quieto y sonríe, se pone muy contento cuando nota que le tratan bien, le gusta que le cojan la mano y que caminen junto a él. Su espalda se ha curvado mucho en el último año, su cabeza ya no permanece perpendicular sobre los hombros sino que está inclinada hacia delante y si alguien habla con él, la gira hacia un lado para poder ver a la persona que le habla.

_¿Vamos… afuera? Yo te quiero decir una cosa, vamos, vamos.

José, que apenas podía con su cuerpo, cogió a su hijo del brazo con su mano temblorosa e intentaba forzar que le siguiera a la vez que intentaba controlar sus pies para que no tropezaran entre sí.

_De acuerdo, vamos afuera, vamos los dos hasta el jardín que pasearemos durante un rato, dame la otra mano, la mano papá, dame la mano, así, así, muy bien, ahora bajaremos por la rampa para que no te canses.

_¡Vamos, vamos! –Repetía José.

_Ya vamos, ya vamos, ahora camina solo un poco que quiero ver como andas.

Mientras caminaba, la saliva aumentaba a causa de la emoción y le caía a borbotones de forma incontrolada.

José tenía algo en mente, quería que su hijo viera la sorpresa que le había preparado antes de que se le olvidara y por esa razón tenía prisa y se desesperaba ante la calma de su hijo.

_Sí, sí… Umm… Umm… Sí _ José caminaba poniendo interés en hacerlo bien y demostrar que no se cansaba como si de un examen se tratara_ Ya está, ahora ven, ven conmigo.

_Bueno, veo que caminas bastante bien, mejor y mas erguido que el otro día _En ese momento a José le caía abundante saliva de la boca_ ¡Espera! espera un momento, espera a que saque el pañuelo. Levanta la cara que te limpio. Papá, tienes que dejar de tirar saliva, cuando tengas saliva tienes que sacar el pañuelo y limpiarla. Estate quieto un momento que aún no he terminado de limpiarte ¿Me oyes?. Ya veo que me oyes y sé que me entiendes pero no me dices nada.

Caminaron con andar lento hasta uno de los bancos que había junto a una morera donde daba la sombra y que Erica, una de las cuidadoras de la residencia, estaba limpiando con una bayeta.

_Buenos días José, estarás contento por que ha venido tu hijo a verte.

José no atendía a lo que le decía la cuidadora, estaba demasiado nervioso y hacía gestos de impaciencia para quedarse a solas con su hijo y poder hablar con él.

_¿No le contestas, papá? Es Erica que te cuida muy bien, dile alguna cosa_ Pero José no decía nada y se situó en postura de sentarse en el banco_ Ten cuidado, cógete al respaldo con la mano, así, muy bien, ahora siéntate, poco a poco, así, así, muy bien ¡Ya está!

_No quiero sentarme, ven conmigo, ven.

_José no habla mucho pero se porta muy bien. Hasta luego José.

_Hasta luego Erica. ¿Qué quieres papá, a donde me llevas?

_¡Allí, allí! espera… Espera…

Su voz se entrecortaba, balbuceó de nuevo palabras inconexas y atropelladas e intentaba decir con los ojos y las manos algo que no podía expresar con palabras y que era imposible de entender por su hijo y ello, a José, le causaba una gran frustración.

_Has olvidado lo que me querías decir ¿es eso, verdad? no te preocupes, ahora levanta la cabeza, así, muy bien, un poco mas que te saco las gafas para limpiarlas. ¿Puedes aguantar así?

_Sí

_Escucha papá, quiero decirte que dispongo de dos semanas de vacaciones y durante estas dos semanas vendré a verte mas a menudo y aquí, en el jardín de la residencia, debajo de estas moreras que nos dan sombra… ¡Ya están limpias! levanta la cabeza que te las coloco, así muy bien.

Te decía, papá, que quiero hablar contigo de cosas que puedas recordar, tanto las que han ocurrido en los últimos años pasados como las ocurridas en otros tiempos y que acudan a mi memoria y también a la tuya ¿Qué te parece la idea?

_ La, e…, esto, la ¿Cómo es… Yo…? _Levantó el brazo y llevándose la mano hacía la cabeza tocó, con los dedos de la mano juntos, su frente_ Yo no tengo aquí, yo no tengo… no me acuerdo yooo…

_¿Quieres decir que no tienes memoria? por eso señalas la cabeza con la mano.

_Sí, sí, no, no tengo, yo no tengo, no tengo, no tengo… para hablar, pero si me acuerdo de muchas cosas, sí, sí, sí me acuerdo.

_Espera, cálmate que yo ya te entiendo, despacio, habla despacio y no te enfades porque yo se lo que quieres decir.

_Decir, decir, decir… Las palabras, si las palabras no me salen, sí, las palabras no me salen pero si recuerdo la madre y el pueblo y… y… dilo tú, dilo tú.

_Recuerdas muchas cosas pero no recuerdas las palabras para decirlas ¿Es eso lo que quieres decirme?

_Si, eso, sí, yo no se decir las cosas, no se decir… Si.

_¿Sabes quien soy?

_ Si

_¿Sabes como me llamo?

_No se, me llamo, me llamo, no se, si sé pero no… Si, si, Manolo, eres Manolo, eres Manolo, si… Si…

_Despacio papá, habla despacio, cálmate y no te enfades para que yo te entienda. Ves como si recuerdas y si yo te ayudo un poco seguro que podemos hablar. Levanta la cara que tienes, otra vez, saliva y te la voy a limpiar. A ver, saca el pañuelo y te limpias tú solo, yo te ayudo, así, así, lo ves como si puedes.

_Si, si puedo, si puedo, si puedo… Aquí, aquí…

_¿Porqué señalas la cabeza? ¿Quieres decirme algo? ¿no quieres decirme nada? Si, si quieres, a ver, dime lo que quieras que yo te escucho y te ayudo ¿Qué quieres decirme?

_La cabeza no…, no –José señalaba la cabeza con la mano abierta y temblorosa, se calló durante un instante y bajó el brazo para a continuación señalar a una mujer que, mirando a la pared que estaba cubierta de hiedra, hablaba sola y gesticulaba como si quisiera espantar algún bicho de la hiedra_ mamá está allí, está allí, mamá…, vamos que… está allí.

_¡No!, ahora no, espera un momento, quédate conmigo y demos un paseo, después volveremos, vamos a la sombra. Ven aquí y siéntate a mi lado que tengo necesidad de recordar contigo cosas y hechos de nuestra vida en común. Yo te hablaré de cosas y si las recuerdas, tú me las explicas.

_Yo no… el alzheimer no… No me deja… pero hablamos, si, hablamos, si.

_No te preocupes que, con paciencia, podremos entendernos. Creo que yo acabaré con el mismo problema de memoria que padeces tú y por eso, quiero hablarte y recordar ahora que estamos a tiempo.

_¿Porqué quieres… eh… eso, recordar?

_Verás papá, desde que murió mamá han pasado más de dos años, algo más del tiempo que pasó desde el día en que fuiste ingresado aquí, en esta residencia. Pienso que es el momento de hablar contigo frente a frente, teniendo ante mis ojos los surcos que el tiempo ha labrado en tu rostro y que muestran, a la brava y sin concesiones, el resultado de una vida de lucha continuada para que a nosotros no nos faltara de nada.

_Son muchos años, son… ¿Cuántos tengo? Sí, son muchos y ya me quedan pocos.

Manuel miró a su padre, observó su cara llena de arrugas profundas, sus ojos hundidos y brillantes detrás de las gafas. ¿Qué edad aparentaba? Se preguntó. Quizás setenta y cinco, quizás ochenta y cinco ¿Es posible que aparente noventa? Poca importancia tenía ya.

_Ochenta y uno. Eres todo un superviviente del esfuerzo y de la lucha.

_Pero no tuve suerte, ahora no… suerte no… ahora no hacía falta trabajar más pero mamá no… ella ya no, no, no… está y yo tengo alzheimer, alzheimer… sí, sí, tengo… sí, tengo alzheimer, no tuve suerte.

_Te entiendo papá, te entiendo. Me parece que Pilar te trae algo en un vaso.

Pilar, otra de las cuidadoras del centro, se acercó a los dos llevando un frasco de pastillas en una mano y en la otra un vaso de agua. José, al verla, levantó la cabeza y abrió la boca para que Pilar le introdujera una pastilla.

_José, le traigo la otra pastilla. Abra la boca, así, ahora beba agua, un poco más, así, ya está. ¿Habla mucho con su hijo?

_Sí, es éste, mi hijo es éste, sí, sí, es éste mi hijo… Um… Sí

_Pilar ¿Que le pasó al señor Juan? El señor que dormía en la misma habitación que mi padre, no le veo.

Pilar se apartó un poco de José con la intención de que no oyera lo que diría a Manuel.

_Hace dos días que…

_Murió… ese señor… emm… eee… murió.

Dijo José emocionado, interrumpiendo a Pilar, a la vez que sus ojos adquirían un brillo inusual y su boca se llenaba de saliva que comenzaba a caer al suelo. Pilar sacó un pañuelo del bolsillo de la bata, secó la boca de José y se volvió hacia Manuel.

_¡Caramba! Parece que se dio cuenta. Procuramos que no se enteren pero…

_No se preocupe por mi padre porque, aunque se entristezca como nos ocurre a todos, yo le conozco muy bien y sé que él nunca se dejó vencer por el fatalismo y que siempre salió adelante con trabajo y esfuerzo –Manuel calló un momento y mirando a su padre prosiguió_ pero ahora, que ya tenía todo cumplido y cuando ya no era necesario más esfuerzo ni más lucha para seguir viviendo hasta el final, el destino, en el que no creemos cuando somos jóvenes y que intuimos a medida que avanzamos en edad, destrozó las últimas esperanzas de llegar consciente hasta el final. Ahora, ya ve usted, mi padre sabía que el señor Juan había muerto a su lado y no lo recordaba hasta que nos oyó hablar de él.

Pilar se acercó a José y acarició sus cabellos cortos y canosos.

_Hay ocasiones que me habla y me explica muchas cosas y muchas historias de su vida.

_Espero que haga lo mismo durante esta semana –Dijo Manuel- porque vendré todos los días para hablar con él, quiero que me explique muchas cosas que viví de niño y que tengo difuminadas en el recuerdo, pero mucho me temo que ésta será una conversación especial y algo complicada, sobre nuestros recuerdos, sí, extraña y complicada.

_¡Uf! Es muy tarde, les dejo, voy a continuar con el trabajo –Dijo Pilar y tal como vino se dirigió a otro anciano, con las pastillas y el agua_ Hasta luego José.

José, que había estado muy atento a lo que hablaban Pilar y su hijo, cuando ella se alejó cogió la mano de ……………………………….seguirá

Capitulo anterior : Manuel Camuñas Lama y “ La Memoria furtiva”



Viewing all articles
Browse latest Browse all 17893

Trending Articles