I.- UNA PROCESIÓN, UNA CALLE, UNOS NIÑOS.
1950. Mayo. Primavera que aventuraba un verano canicular. Y 1950 fue un verano canicular. Los niños hablábamos, todavía, de una bomba que había hecho estragos, años atrás, en Japón y a la que llamábamos la “Bomba Antonia” y, los mayores -mayores en edad, dignidad y gobierno como decía el Catecismo del Padre Astete- daban su opinión sobre la Guerra de Corea o la victoria del Atlético de Madrid en la Liga. Octavio Aguado, que regentaba una tienda de ultramarinos adonde los toralenses acudían a buscar el racionamiento, se sabía de memoria la alineación colchonera: Marcel Domingo; Mencía, Lozano, Riera; Tinte y Aparicio; Juncosa , Carlsson, Escudero, Ben Barek y Miguel o la del Atlético de Bilbao. Don Francisco, el cura, anotaba en una libreta las propinas que nos daba por ayudar a misa: cincuenta céntimos. Pepín “Tacones” y Juanito García eran nuestros héroes del equipo de fútbol de Toral: el “Kikiriki” y” Pirula” y “Perejil”, de Cementos Cosmos, que tenía
campo de fútbol propio, al lado de la carretera. Don Mariano Remacha reinaba en la cementera. Don Raúl y don Paco Santos impartían clases en El Teso y en El Ferradal. La carretera dividía a los alumnos. A la derecha, yendo hacía arriba, los niños iban con don Raúl y, a la izquierda, con don Paco, aunque había excepciones: los del Cuartel -Luis, Pedro y Maximino Garrote- asistían a la escuela de don Paco y los que vivían en el Campo de la Feria no iban a la de don Raúl, como Chucho Castaño, por ejemplo. En la vieja Iglesia, las mujeres rezaban, de rodillas, en sus reclinatorios, a la izquierda y los hombres habitaban los bancos -incómodos de la derecha-. En la pila del agua bendita se mojaban los dedos, al entrar y se decía: “Por esta agua bendita que tomo en mis manos sean perdonados mis delitos y pecados” y don Francisco, en Cuaresma, vendía Bulas que permitían abstenerse del ayuno y comer carne, a no ser los viernes.
Había procesiones masivas y los niños nos peleábamos por llevar los faroles. La cruz estaba reservada, siempre para adolescentes con pantalón largo o bombacho y quienes llevaban los faroles vestían sotana roja y sobrepelliz blanco, uniforme de monaguillos.
En esta foto vemos, atrás, a la izquierda, a Toño, el sastre y a su hermano José Ramón, a Pedrito, -delante de ellos- el hijo de Ricardo, el zapatero que, asoma por detrás de Toñito, el de “América” con chaqueta y corbata y junto a Toñito, Alvarito Peña Maza, hijo de un Policía. Vemos, también, a Aníbal, hijo de Leandro, Jefe Local de Falange y a quien llamábamos Nievin; y Lolo “Cebolo”, a Gelín Farelo, hoy prestigioso médico en Orense; y José Luis García, “Piruli”, de la Cantina de la Estación, hermano de Maite, que recogía, diariamente, hojas de una morera para alimentar gusanos de seda, afición predominante en Toral y, entre él, y Pepín Blanco, el hijo del chófer de don Mariano, está Tinín, hijo de otro Policía Armado y Benitín Carvajales que jugaba al fútbol de portero y en Barcelona, en una ocasión, en el viejo campo de Las Corts, Kubala, amigo de su padre, le lanzó un penalti y, dada la fuerza del balón, entró con él en la portería. Benito Carvajales, en alguna ocasión, colaboró en este blog”. Podemos ver a Raulito, hijo de don Raúl, con uno de los faroles y, a su lado a Tomás Rodríguez, hijo del Guardia Civil Isaac, cuya madre -la de Tomás- el día doce de octubre nos invitaba a empanadillas. Detrás observamos a Florencio o Florencín o “Cin”, como le llamábamos, hijo de un secretario del Ayuntamiento y que hoy vive jubilado en Lugo.
Es una foto nostálgica y de un ayer lejano y de un tiempo que no volverá. Sesenta y cinco años nos contemplan. Toda una vida.
