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TORAL. CARNAVAL, por Toni

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toni- cabalgamos

InlineRepresentationb314c509-1fde-42e1-bd0c-adf57fbbbd5a[1]TORAL. CARNAVAL

No tengo un recuerdo claro y limpio de los Carnavales -deberíamos decir Carnaval y no Carnavales, pero esa es una disquisición que dejamos para otro momento- en Toral. O, para ser más precisos, solamente tengo un recuerdo nítido de alguno de mis Carnavales: de dos de mis carnavales. Dos ocasiones felices en los que disfruté, como disfrutábamos ayer los mozos. Manolo Biobra-manolo turienzo-Cesar Liche Ricardo Miguel Agusto  [Resolucion de Escritorio]

Pero, antes, permítanme mis lectores -si es que tengo lectores- que explique, aunque es cosa sabida, que, después de Carnaval, llegaba la Cuaresma, fecha en la que nuestra Santa Madre la Iglesia obligaba a los feligreses a comprar, para expiar los excesos cometidos el Martes anterior, la “Bula”, porque el Martes los vecinos teníamos licencia -por costumbre- para cometer algún exceso, sin traspasar los límites de la Ley,. Es decir que podíamos permitirnos algunos excesos, sin que lo viese la autoridad competente.

Existía la costumbre, el Miércoles de Ceniza, de recibir -valga la redundancia- la ceniza que nos recordaba que éramos polvo y en polvo nos convertiríamos. Esa ceniza procedía de la combustión de troncos de laurel bendecidos el Domingo de Ramos y las hojas, sin quemar, servían, además, para conjurar la tormenta si se dibujaban con ellas en el suelo, tres cruces, al tiempo diciendo, al tiempo: “Yo te conjuro, troneiro / con tres follas de loureiro/. Ca cruz de santo Tomás, ben exconxurado vas/””.

Luz , la “Zapiqueira”. [Resolucion de Escritorio] En esos recuerdos, recuerdo -permítaseme la redundancia- que mi abuela Pepa que vivió, durante algún tiempo con nosotros, nos recordaba -y retomo el relato de párrafos anteriores- que había que comprar la “Bula”, que era una especie de cédula vendía don Francisco, el cura, y que dispensaba del ayuno durante todos los días de la Cuaresma, pero, no, de comer carne los viernes.

Había “Bulas” de varios precios y cada familia compraba aquella que les interesaba y según sus posibilidades . Desde luego, a mayor precio, más facilidades para olvidar las leyes de la Iglesia y el ayuno .

Este tema de la carne y de las “Bulas” traía consigo la sempiterna discusión de si el pulpo era carne o no era carne y, por lo tanto, si se podía comer o no se podía comer los viernes de Cuaresma. En mi casa, comíamos pulpo porque mi madre nos prohibía, con el pulpo, beber agua. Teníamos que tomar leche que, por cierto, comprábamos a Luz , la “Zapiqueira”.

Antes del Miércoles de Ceniza, -en uno de mis versos MEMORIA DE LA CASA, aludo al Miércoles de Ceniza y escribo: “Os lo digo: le haré sitio a mi pena / y al amigo, al hermano/ y a los muertos que vuelven, /al lobo que me aúlla en la memoria/ a la

lluvia, al domingo / incluso a los Miércoles de Ceniza…”- el calendario nos avisaba del Martes de Carnaval, fecha en la que estaban permitidos, como decía antes, excesos. Pocos, eso sí, porque la Ley en mis días de niño -y de mozo- era cualquier cosa menos permisiva.

Desde luego, el Martes de Carnaval estaba prohibido velar el rostro con caretas, antifaces o máscaras y uno se arriesgaba -de hacerlo- a una multa o a unos vergonzantes vergajazos en el Cuartel de la Guardia Civil.

La máxima licencia que podíamos permitirnos era tiznar la cara con carbón graso. O cambiar de sexo, es decir vestirse de mujer o, ellas, vestirse de hombre.

Ese día se “corría el carnaval”, frase que significaba que uno podía llevar en los bolsillos salvado, pasear el pueblo e ir en busca y captura de alguna chica no avisada suficientemente o sea, distraída, y tratar de llenarle la boca con el salvado. Algunos llevaban, no solamente los bolsillos repletos, sino que, además, cargaban con un saquito con más cantidad de salvado.

Esta tradición también -aunque no lo recuerdo concretamente- la empleaban las chicas y buscaban el modo y manera de embadurnarnos la cara con el salvado. Y, claro está, nos dejábamos embadurnar.

Recuerdo -insisto en el verbo “recordar”- que un año, Olguita, la hija de Domiciano, mi vecina y yo, recorrimos el pueblo enharinando a cuantas personas nos salían al paso. Después, duchados y aseados fuimos juntos a bailar al Salón de los Hermanos Faba porque ese día, Florín abría las puertas del Salón e, incluso se bailaba a los sones de la Orquesta Veracruz de Ricardo Real y no con discos.

juanin [Resolucion de Escritorio]Otro de los carnavales que viene a mi memoria, ahora, fue inmediatamente posterior al que relato más arriba.

Ese año me disfracé -es un decir- de vaquero: camisa a cuadros con flequillos de ante en las mangas, sombrero con barboquejo, pantalón, también vaquero y un revólver de mentirijillas a la cintura, tal y como explicaba Marcial Lafuente Estefanía que lo llevaba los pistoleros en sus novelas del oeste. Santiago Mendez

Ese año -y no sé el motivo- se disfrazó conmigo -o coincidimos, disfrazados- Alfonso, el marido de Alicia y padre de Maribel, que también “corría el carnaval” con Santiago Méndez, el padre de Juanín “Parrulo”. Llegamos juntos al baile y allí me dijo que él se retiraba:

-Soy mayor para este tipo de cosas. Diviértete tú solo con la chica que ya sabes…

Y me divertí yo solo.

Hacia fin ales de siglo -¡con cuánta facilidad hablamos del siglo pasado…¡- me disfracé de mosquetero con leotardos rojos, blusón con la cruz de Lorena y espada, pero en aquella ocasión la juerga terminó en Villafranca.

Ya en Lugo, en donde se celebran, a lo grande, los Carnavales, en mil novecientos ochenta y siete -cuatro de Marzo- fui mantenedor -poeta mantenedor del Entierro de la Sardina y leí un poema humorístico -se hace todos los años y le llaman “ferretes”- alusivo a los concejales en los que se pone en solfa.

Decían los primeros versos:

“Me han pedido y acepto emocionado

que diga el “ferrete” en Carnaval.

Hablar aquí me deja acojonado.

Me dispongo a ello , pueblo bien amado

si a oírme está dispuesto el personal”.

“Lo hago en verso, que conste, ¡qué carajo¡

que hacerlo en prosa es cosa muy sencilla

Aunque en verso me cueste más trabajo”.

Y, después, nada. Los carnavales de hoy, las carrozas y los desfiles, no me dicen nada. Añoro los de ayer y los recuerdo en esta MEMORIA DE TORAL.



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