Manuel Camuñas Lama y “ La Memoria furtiva”–
La Memoria furtiva- Capitulo 1
La Memoria furtiva- Capitulo 2
La Memoria furtiva- Capitulo 3
La Memoria furtiva- Capitulo 4 – Día Mundial del Alzheimer 2015
La Memoria furtiva- Capitulo 5
La Memoria furtiva- Capitulo 6
La Memoria furtiva- Capitulo 7
La Memoria furtiva- Capitulo 8
La Memoria furtiva- Capitulo 9
, con las instalaciones adecuadas y cobrando un sueldo por ello.
Yo puedo hacer estas funciones sin problema alguno porque mi ánimo hacia a ti me lo permite pero, tú sabes que yo no estoy siempre disponible debido a mi trabajo, tengo que cumplir un horario y muchas veces debo viajar fuera de Barcelona durante varios días. Por esta razón y la que te explicaré ahora, era imprescindible que estuvieras alojado en un lugar adecuado a tu circunstancia.
Recuerdo que cuando llegó el día de tu cumpleaños fuimos a dar un paseo por el parque y al regresar a casa comenzamos a subir las escaleras, tu sabes que en la casa antigua no había ascensor, de forma pausada pero para ti era casi imposible subir porque no acertabas a colocar adecuadamente los pies en los peldaños, no conseguías sincronizar los pasos y nos vimos obligados a colocarte, con las manos, los pies uno tras otro hasta llegar a la vivienda que estaba en la cuarta planta.
Para celebrar tú cumpleaños, ochenta y uno, nos habíamos reunido las tres familias de los tres hermanos. Fue ese día, en esa reunión, cuando los tres hermanos acordamos buscar una residencia en la que pudiéramos ingresarte para que el cuidado que necesitabas fuera el adecuado. La decisión fue tomada con todos presentes, los hermanos, las esposas y los nietos que son mayores de edad y por supuesto estaba su abuelo, nuestro padre, es decir tú. Acordamos buscar comenzando por las residencias oficiales.
Mi mujer y yo comenzamos buscando direcciones de residencias para luego ir a visitarlas y ver si nos convenía alguna de ellas. Empezamos, ambos, un peregrinar interminable, visitamos mas de diez residencias, unas imposibles debido a su aspecto, otras muy lejanas etc. En todas las residencias visitadas nos daban una espera de casi un año y ello no era garantía de que pasado ese tiempo pudiéramos obtener la plaza que necesitábamos para ti.
Llegado este momento no puedo evitar pensar en la mezquindad con la que a veces se comportan algunos políticos a los que se les llena la boca de grandes palabras y mayores promesas mientras sus coches aumentan de cilindrada, cambian sus casas por otras mas grandes, sus hijos van a los mejores colegios y sus familias tienen todas las opciones porque conocen todos los entresijos de la administración y saben que teclas deben tocar para obtener las mas y mejores ventajas, no dudo que legales, a cargo del erario público. Lógicamente, mientras tratas de solucionar el problema, debes poner buena cara, mostrar tu conformidad y callar, porque si les echas en cara la falta de servicio serás catalogado de demagogo y problemático. Probablemente ya has olvidado aquella vez, justo después de la muerte de mamá, que te llevamos a aquella residencia, cerca de casa ¿Recuerdas lo que pasó?
_No se… Los niños no se caen _Decía José mirando como se colgaban de los pies en las barras de juego y quedaban con la cabeza hacia abajo_
_Papá ¿Has entendido algo de lo que te he hablado ahora?
_No… Pero si tú… primero tú y yo… tú primero… ¡Mira, mira! _y señalaba de nuevo a los niños que vigilados por sus madres continuaban con sus juegos_
_Espero que lo recuerdes pero en cualquier caso yo quiero explicarte como fue y que ocurrió. Mientras buscábamos la solución, el problema de la enfermedad se agravaba con el paso de los días, a la par que aumentaba nuestra desesperación y como la necesidad acuciaba comenzamos a buscar en las residencias privadas por ver si encontrábamos alguna que fuera asequible y aquí fue mas fácil encontrar plaza, de hecho en cada residencia que visitamos había plazas, especialmente para las mujeres aunque para los hombres era algo mas difícil, pero se encontraban a pesar de ello.
Pues bien, en aquella residencia que había en el mismo barrio donde vivíamos y que disponía de una plaza libre durante el día, hablamos con el director y acordamos el siguiente plan: Contratamos la plaza en la que tú podías estar durante la mañana hasta el mediodía, momento en el que íbamos a recogerte para llevarte a casa, a la hora de comer y mas tarde regresabas a la residencia para estar allí hasta llegada la hora de cenar que volvías a casa y ya te quedabas a dormir hasta el día siguiente.
Te llevamos a visitarla para que la vieras y así nosotros podíamos comprobar tu reacción, paseamos durante media hora por el parque para luego dirigirnos hacia la residencia y cuando nos acercábamos a la puerta de entrada, que era una verja de hierro, tú preguntaste por el motivo de la visita. Te explicamos que es un sitio para que puedas estar durante el día en compañía de personas de tu edad y que al estar la residencia en la misma calle donde habías vivido, había conocidos con los que podías estar y pasear porque eso te iría mejor que estar en casa solo. No te pareció mal y entramos dentro del jardín que rodeaba el edificio donde había otros residentes, ancianos como tú, acompañados por familiares paseando, entramos en el edificio, lo recorrimos por dentro, vimos las habitaciones, el comedor, la sala de estar y la cocina.
Estuvimos una media hora durante la que tú saludaste a otros ancianos que conocías y hablabas con todos ellos. Viendo tu comportamiento yo me convencí de que habíamos acertado con la decisión tomada y por tanto el problema estaba solucionado. Estuvimos observando, durante media hora más, para estar seguros de que aquella situación no era un espejismo sino que realmente era la solución que buscábamos. Parecía llegado el momento en que te debías quedar y nosotros irnos, así que nos dirigimos a ti y mientras te abrazábamos nos despedimos.
<<Bueno papá, ahora nos vamos a trabajar y vendremos a buscarte por la tarde para volver a casa a cenar y a dormir>>.
<< ¡Yo no me quedo, queréis encerrarme aquí! Mi propia familia me quiere encerrar, quiero irme a mi casa, déjame salir de aquí>>.
Todo esto lo decías gritando y dando patadas a la verja del recinto, estabas muy enfadado y violento, era extraño ver así a una persona que siempre fue pacífico y muy querido por sus familiares, vecinos y amigos. Nunca te habíamos visto en aquel estado de furia y sofoco. Cuando te habías calmado pude observar que éramos objeto de las miradas de todos los presentes, me sentí como un bicho raro, como si estuviera atracando un anciano y me hubieran descubierto.
Abrimos la puerta, nos despedimos de la directora de la residencia y todos juntos, tal como habíamos llegado salimos de regreso para casa, tú queriendo volver a tu casa porque ya no te fiabas de nosotros y nosotros intentado cambiar de conversación y regresando para hacer nuevos planes ya que, al parecer, aquel no era el mejor momento. Decidimos esperar algún tiempo hasta encontrar el momento propicio e intentarlo de nuevo y desde entonces ha pasado casi un año.
En la búsqueda, de una plaza libre, dio la casualidad que en dos de las residencias coincidimos otra señora, cuyo nombre no sé y yo, en la última residencia visitada, ella salía muy compungida de la oficina del director, de la residencia, e iba acompañada de otra mujer que supongo era su hija a la que comentaba.
<<Es muy caro, no podemos permitírnoslo, tendré que dejar de trabajar para cuidar de él, espero que tu padre no tenga problemas en su trabajo porque si no es así… No sé que vamos a hacer con el abuelo>>.
Cuando fuimos recibidos por la directora del centro pude comprobar el motivo del pesar de la señora que acababa de salir: En el año 1999 el precio que había que pagar, por la estancia de una persona, era de 170.000 pesetas cada mes, equivalente ahora a 1024 € lo cual era una cantidad muy importante equivalente a un buen sueldo neto de un trabajador bien remunerado.
Yo contraté la plaza, contando con la paga de jubilado que tú tenías, que completada con la parte de viudedad que cobrabas por el fallecimiento de mamá, nos permitió completar el coste mensual de la estancia. Los gastos extra que se presentaran serían cubiertos por mis hermanos y yo mismo, aunque estos nunca han sido necesarios porque nuestra madre y tú mismo os habíais ocupado, durante los años pasados, de solventar y prever esta situación.
Después del primer intento fallido, por mi parte, de que pasaras parte del día en una residencia, con gente como tú y que además eran conocidos por ser del mismo barrio que éramos nosotros, hubo un segundo intento en Rubí, que aceptaste durante el día. A partir de ese momento yo intentaba que aceptaras estar el día completo en otra, mas próxima y durante el día completo. Ello fue posible en esta misma residencia, aquí donde está ahora.
Cuando llegó el día de trasladarte a la que sería la nueva residencia esperábamos que te opusieras a ello igual que hiciste la vez anterior pero íbamos decididos a convencerte, ya teníamos la experiencia de la primera vez y por eso no me sorprendería tu negativa inicial. Habíamos hecho planes para vencer tu posible resistencia, y pensamos en como podríamos convencerte de la conveniencia de estar en un lugar donde serías mejor atendido. Muchas eran las cosas imaginadas para hacer frente a tu posible negativa, pero llegado el momento entramos en la residencia, te uniste a otras personas que estaban paseando por el jardín y el comportamiento fue como si siempre hubieras estado viviendo allí y como si conocieras a todos los inquilinos.
La verdad, papá, es que me alegré mucho al ver que no te resistías y aceptabas de buen grado. Desde que mamá murió, tu estado de salud había empeorado mucho y los cuidados que necesitabas solo podían ser aplicados en una residencia con personal adecuado.
Durante el primer año de tu estancia en la residencia, tus obsesiones no habían desaparecido completamente e incluso algunas habían aumentado. La obsesión por el dinero llegó a ser agotadora. Desde que comenzó a agravarse la enfermedad, siempre llevabas dinero en el bolsillo, al parecer eso te daba seguridad pero la realidad era que generaba un problema superior debido a que estabas expuesto a ser robado y lesionado por algún delincuente.
En la residencia no llevabas dinero alguno, te lo fueron sustituyendo por fotocopias de papel, similar a los billetes y cada semana te dejaban menos cantidad hasta conseguir que tu obsesión desapareciera casi por completo, pero pasó casi un año hasta lograrlo. Cada vez que íbamos a visitarte, tú tenías la misma obsesión; querías tener dinero para comprar ropa, comida, hacer regalos a sus nietos, etc. Yo siempre intentaba convencerte de lo contrario, incluso a veces con mentiras, pero realmente era muy difícil.
<< Mientras no te recuperes no podrás tener dinero, cuando llegue el día que te encuentres mejor podrás salir y entonces si podrás tener de todo >>.
Cuando teníamos estas conversaciones, tú reaccionabas de manera diferente cada vez. Si estabas en un momento “bueno de memoria” me pedías que te anotase la fecha en que estaba previsto salir.
<< ¡Anótamelo en este papel! >>
Yo cogía un papel que ya llevabas en el bolsillo y te anotaba una fecha para que quedaras mas tranquilo; podía ver fechas que durante el día te habían anotado las cuidadoras.
Cuando el momento era “malo de memoria” la reacción era muy diferente, te mostrabas enfadado y te dirigías a mí con el gesto tenso.
<< Yo quiero que me devuelvan mi dinero, aquí me lo roban y me lo han de devolver>>.
<< Papá, el dinero ya no existe, ahora todo funcionaba con tarjetas de crédito y aquí no has de pagar nada con dinero. ¿Acaso no ves que te dan de todo y no tienes que pagar nada?, nadie te pide dinero y tu comida y ropa limpia siempre la tienes disponible>>.
Yo observaba tus reacciones mientras hablaba contigo y me daba cuenta de que no te importaban mis explicaciones. Tú seguías con su obsesión hasta que inesperadamente la cambiabas por otra diferente y muy a mi pesar yo notaba que, después de todo el tiempo pasado con tu enfermedad a cuestas, aquel hombre fuerte, aquel labrador que siempre trabajó la tierra; Primero en Cantexeira, tu aldea natal de los Ancares, y después del regreso de la guerra civil, en la mina y años mas tarde en una fábrica de cemento, aquel hombre, digo, se había quedado físicamente frágil y mentalmente quebradizo.
_Yo soy de Cantexeira.
_Sí, tu eres de Cantexeira, allí naciste pero después estuvimos viviendo en otros pueblos como Babero, Toral… ¿Recuerdas cuando vivíamos en Toral de los Vados, allá en el Bierzo? Entonces yo tenía seis años y durante el verano te acompañaba montado sobre una yegua hasta un lugar llamado “las cortiñas” donde cruzábamos el río Cúa hacia una zona boscosa. Allí cortabas, con el hacha, unos troncos que luego, después de limpiarlos de ramas, cargabas en la yegua y cuando estábamos de regreso me aupabas a tus hombros y sentado yo sobre ti, pasábamos el río de regreso. Tú tirabas de la yegua y los dos andabais con el agua hasta las rodillas.
_Me acuerdo, me acuerdo. En el río Cúa cogíamos truchas para comer.
_En aquel tiempo tú eras muy fuerte y ahora, sin embargo, ya no lo eres. Tú me demuestras que en tus manos tienes una fuerza física puntual muy fuerte pero solamente durante unos segundos y después te desaparece quedando en una debilidad que apenas te permite moverte. Es entonces cuando yo te observo y te veo rendido.
_No, rendido… Yo soy fuerte.
_Si, si, tu eres fuerte pero hubo un tiempo, antes de que el alzheimer se hubiera apoderado de tu cerebro, en el que tú transformabas la realidad, modificabas los elementos que te rodeaban y conseguías con tu esfuerzo dominar las situaciones adversas para así llevar tu vida y la de tu familia hacia adelante. Pero en la situación actual, con esta enfermedad minando irremisiblemente tu salud, nada podrás hacer por ti solo, eres como un roble, que está vivo pero que su vida depende de lo que hagan por él, los demás. Ahora te veo perdido y miro tu cara arrugada, tu mirada infinita y tus manos temblorosas. Deseo transmitirte algo de mi fortaleza y te abrazo para que te sientas mejor y darte seguridad, pero ocurre todo lo contrario, eres tú el que transmite tu fortaleza hacia mí y soy yo el que acaba con la conciencia tranquila.
En ti, la enfermedad de alzheimer elimina tu memoria, la destruye poco a poco pero sin pausa, elimina los recuerdos mas recientes y los mas antiguos de forma discontinua y ¿Qué decir del futuro? El futuro no existe para ti pero tu cuerpo sigue vivo, te has convertido en una persona que ha perdido su pasado, apenas siente su presente y no puede componer un mínimo futuro. Cualquier otra enfermedad puede ser mortal o curable pero en cualquier caso tiene un final; si la enfermedad es curable habrá un futuro para el enfermo, podrá contar con su pasado y será consciente de la mayor parte de todos sus actos, conocerá sus posibilidades y sabrá cuales serán sus limitaciones para actuar en consecuencia. Pero, si por el contrario la enfermedad no es curable y ésta termina con la vida del que la padece, no será necesario recuerdo alguno y el ciclo se cerrará.
Yo te observo, veo tus actos, me acerco a tu rostro, miro en tus ojos cansados y puedo ver la soledad con la que transitarás el resto de tu vida hasta que te llegue la muerte, puedo ver que, si no hay memoria, no hay vida sino tinieblas y soledad infinita, esa soledad que te hace sonreír con instinto de autodefensa cuando tienes ante tus ojos alguien o algo que se mueve. Puedo ver que te mantendrás con vida y pasarás entre tinieblas el tiempo que te quede, mientras el resto de tu memoria esté presente, aunque sea de manera discontinua y sin coordinación alguna y que, cuando la última celda de tu memoria quede destruida, quedará también destruida tu vida porque el camino es sin retorno y directo al colapso.
_ ¿Estás enfadado?
_ No, no estoy enfadado, ¿Por qué preguntas eso?
_ Porque os doy mucho trabajo.
seguira……………..
http://www.alz.org/espanol/signs_and_symptoms/las_10_senales.asp
