Manuel Camuñas Lama y “ La Memoria furtiva”–
La Memoria furtiva- Capitulo 1
La Memoria furtiva- Capitulo 2
La Memoria furtiva- Capitulo 3
La Memoria furtiva- Capitulo 4 – Día Mundial del Alzheimer 2015
La Memoria furtiva- Capitulo 5
La Memoria furtiva- Capitulo 6
La Memoria furtiva- Capitulo 7
La Memoria furtiva- Capitulo 8
La Memoria furtiva- Capitulo 9
La Memoria furtiva- Capitulo 10
La Memoria furtiva- Capitulo 11
<< En coche, en coche >>.
Esto me trastocó el concepto que yo tenía sobre el progreso de la enfermedad, no el hecho de que tú creyeses que aquella mujer, compañera de residencia, fuera tu esposa, que eso es frecuente, sino la capacidad que se necesita para proyectar un viaje para dos personas por muy simple y descabellado que éste sea. Tú continuaste con la explicación del viaje que ibas a realizar, pero al revés.
<< Saldremos de Pradela hasta la estación y después, desde Villafranca iremos a Valladolid con el tren de carbón, donde haremos trasbordo y continuamos hasta Barcelona >>.
En realidad te costaba mucho expresarte pero con paciencia pude entender todo lo que me explicabas. Mientras me hablabas de tu proyecto de viaje, aunque éste fuera al revés y teniendo claro que el alzheimer es irreversible, yo tenía la sensación de que tu enfermedad había retrocedido y que te habías recuperado mucho, pero unos minutos después de terminar tu explicación y cuando la excitación había desaparecido, volviste a tu estado de ánimo y comportamiento habitual. No podías articular las palabras y te enfadabas mucho.
Yo quería seguir hablando del viaje porque realmente estaba bien proyectado, al menos no era disparatado en sí mismo, pero tú hablabas con tu mente en el pasado, hablabas del viaje que habías hecho, cuarenta años atrás, primero tú solo y después, un mes mas tarde, mamá y tus dos hijos menores. Fue el viaje, después del cual acabamos todos reunidos en Barcelona.
En los tres años que han pasado, desde el fallecimiento de mamá, el estado de tu salud se ha deteriorado a velocidad galopante.
El resumen de tu vida, desde entonces, podría simplificarse bastante. Los vecinos que te conocían y los familiares lejanos te visitaron los primeros días. Se lamentaban de tú desgracia y luego se iban más o menos asustados porque muchos de ellos tenían una edad próxima a la tuya y sus rostros reflejaban el miedo que les causaba el saber que ellos estaban en la edad en que pueden ser afectados por la enfermedad de alzheimer.
Algunos repitieron la visita pasado uno o dos meses, pero luego nunca más se repitieron. Comprendo que esto es lo lógico ya que una vez superado el miedo que les provocaba el saber que la enfermedad estaba tan cerca, todos continuaban con su vida normal.
Pasado el tiempo, ahora hace tres años desde que comenzaste la pendiente hacia abajo, el problema de tu salud ha cambiado para ti en grado sumo. Ahora los problemas que, en un principio, causaron un terremoto en nosotros no son especialmente graves. Nosotros lo tenemos asumido, tenemos la experiencia de tres años contigo y la facilidad que supone tu estancia entre personas profesionales que cuidan de ti. Pero tú sufres mucho más porque el grado de deterioro de tu memoria ha alcanzado tal grado que causa espanto el solo hecho de imaginar tu sufrimiento. Cuando es de día sigues sin reconocer a nadie, tu mirada está más perdida y vacía. Tu cuerpo ha mermado tanto que casi no ocupa lugar. Todo esto puede ser soportable por ti e incluso por nosotros, pero cuando se acaba el día y llega la noche, debes acostarte para dormir y lo que tendría que ser un sueño reparador del cansancio, muchas noches se convierte en un cúmulo, descoordinado, de pesadillas que recorren el archipiélago de tu memoria destrozada. Tus reacciones y movimientos son bruscos y violentos y por esa causa necesitas ser atado a la cama para que no te hagas daño ni se lo hagas a los demás. Tu mente vaga perdida y asustada, pasas la noche con sobresaltos continuados y tus gritos nocturnos muestran el terror que pasas en tus sueños. ¿Qué ocurre en estas circunstancias? ¿es posible hacer algo que pueda aliviar tu tormento? ¿Son acaso tus recuerdos los que ahora te aterrorizan durante las noches de ansiedad interminable y de alaridos espantosos?
Las personas que habéis nacido en el primer cuarto del siglo XX y que aún sobrevivís, habéis tenido que pasar horribles peripecias y desastres para no sucumbir. ¿Es eso lo que recuerdas? Peripecias y desastres mezclados con las sombras que deforman las imagines y los recuerdos que ya de por sí son horribles. ¿Es esto la muerte en vida? Sin duda, en mi opinión, lo es para ti.
El que muere no regresa para contarlo y por eso los que le conocieron no saben de su estado en el otro mundo. Sin embargo, el que tiene alzheimer terminal tampoco puede explicar lo que le atormenta por que está igualmente finado aunque su cuerpo aún esté a este lado de la barrera, fuera del alcance de Caronte que, con la barca llena de recuerdos ajenos, espera impertérrito a que los cuerpos se unan con ellos para iniciar el viaje final porque Caronte no desiste, quiere cobrar su peaje y siempre regresa por un nuevo cargamento porque él no olvida; él no padece alzheimer.
¿Cuál de tus sueños te atormenta más? ¿Es quizás el de aquel día en que te obligaron a ir a una guerra sin apenas haber cumplido los diez y ocho años? Te obligaron a dejar aquellas, altas, verdes y nevadas montañas del Bierzo donde has nacido y vivido para ir a desperdiciar tu juventud mas temprana en un enfrentamiento en el que los hermanos de todos los pueblos estaban repartidos en ambos lados.
¿Te atormenta, quizás, el recuerdo del día que, al regresar de la guerra, descubriste que tu hermano pequeño, ya sin padres, se quedó sin un ojo a causa de la explosión de una bomba abandonada en las montañas de Canteixeira y que los demás hermanos estaban en un completo abandono y al borde de la extenuación? ¡Y mientras se morían de hambre, el cura, alguna vez, les obsequiaba con bendiciones, con muchas bendiciones y escapularios!
¿Recuerdas acaso a Belisario, aquel falangista que, por el solo hecho de serlo, le dieron un empleo con mejor sueldo en la fábrica de cemento y que un día, acompañado de un guardia civil del pueblo de Toral de los Vados, fue a acusarte de que uno de tus hijos le había roto las gafas al suyo y te lo descontaron del sueldo mísero que cobrabas por tu trabajo en la fábrica de cementos, a pesar de que luego se demostró, porque lo explicaron los demás niños que estaban jugando en el mismo sitio, que las había roto él al caerse jugando? ¿Y tu madre, abuela mía que jamás conocí, recuerdas cuantas veces te peleaste con los demás niños de la aldea porque tú habías nacido un año antes de que ella se casara con tu padre que estaba viudo y ellos te llamaban hijo de puta?
A causa de la terrible miseria, a la que tus mayores y especialmente ella estuvieron sometidos, se vio obligada a trabajar de criada en la casa de uno de los caciques de Villafranca del Bierzo, sometida a situaciones de casi esclavitud hasta que terminó sucumbiendo. ¿Recuerdas a tu madre, papá?
_Sí, la madre Rosaura, si me acuerdo.
_Rosaura no era tu madre. Rosaura era la madre de mamá, era tu suegra. ¿No recuerdas a la tuya? dime papá ¿Recuerdas a tu madre?
_No, solo a Rosaura.
_Tu no sabes que yo se tu historia de niño porque nunca me hablaste de ello pero otras personas, que te querían, si me hablaron; no encontré a nadie que dijera algo malo en contra de ti y si lo había no se atrevió a ello.
Ahora es tiempo de hablar y no de guardar secretos innecesarios, es tiempo de hablar porque yo aún tengo los recuerdos presentes en mi memoria y no esperaré a que se borren porque sé que la herencia se transmite y que cuando tú caigas yo pasaré a primera fila.
Tú no puedes recordar, pero yo si recuerdo por ti. No quiero olvidar sucesos tan importantes para mí como fue aquel día, entonces yo tenía once años, en que un cacique rico de Toral de los Vados llamado Antonio me llevó, cogido por la oreja y por un brazo, ante ti porque me sorprendió cogiendo una manzana de su huerto. Me quería dar un escarmiento pero tú, al vernos, dejaste de partir la leña y soltaste el hacha junto a los troncos y te dirigiste a él cuando viste que me tenía casi levantado del suelo. Antes de comenzar a hablar vio tus manos tan de cerca que su cara palideció, me soltó al instante y quedó inmóvil hasta que unos segundos mas tarde tuviste que indicarle donde podía limpiarse porque se había cagado en el pantalón. No hubo pelea, ni siquiera discusión, simplemente no aguantó tu mirada ni el gesto de tus manos de labrador cansado de labrar la tierra y cortar troncos.
¿Te acuerdas de lo que te dijo mamá? Ella estaba preocupada porque sabía que humillar a los caciques y falangistas, acababa siempre con la visita de la guardia civil. Sin embargo, no pasó nada. Ahora que lo pienso, creo que el miedo a que el pueblo supiera que se cagó en los pantalones fue más fuerte que sus deseos de venganza.
Yo no puedo saber lo que hay o lo que falta en tu memoria, pero siempre me pregunto como es posible que se pueda dar tanto cuando no se posee nada. ¿Es el alzheimer como la puerta descrita por Dante? Donde solo se entra pero no se sale. Fausto perdió su alma a cambio de riquezas, justo es el castigo, pero a ti ¿Quién te la arrebató a cambio de nada?
Durante el día, cuando te veo paseando por los pasillos de la residencia, en silencio, siempre caminando y sin descanso alguno, no puedo evitar el sentir y pensar que mi niñez coincidió con tu juventud pletórica de lucha por sobrevivir tú y los tuyos y entonces es cuando recuerdo mejor aquellos tiempos y con más cariño. Creo que, desde que nacemos, las experiencias de la vida se van acumulando en nuestra memoria como si de un saco se tratara, las de la niñez quedan en el fondo cubiertas por las de la juventud y estas a su vez son cubiertas por las de la vejez.
¿Será por eso que, ahora que no puedes recordar tus más recientes vivencias, si recuerdas con claridad los hechos de tu juventud y cada vez más los de tu niñez? Como si el saco se estuviera vaciando en el sentido contrario en que se llenó, y si es así ¿Que ocurrirá cuando solo queden los recuerdos de la niñez y esos recuerdos se volatilicen también? Me gustaría que pudieras explicármelo tú si lo recordaras pero incluso así no podrías porque también has olvidado las palabras para expresarte. Puedo imaginar que una vez que el contenedor de la memoria este vacío, se plegará sobre sí mismo y el colapso será definitivo.
Tú no lo sabes, porque nunca te lo hemos dicho, pero una vez, hace tiempo, en una visita al doctor, cuando mamá aún vivía y tú no habías entrado en la pendiente hacia el final, el doctor me explicó que la enfermedad de alzheimer provocaba algo semejante a una muerte dulce. Pensé que eso era posible porque la enfermedad te haría olvidar el hecho de que la muerte es inevitable pues, ante la imposibilidad de entender lo que piensan los otros animales, podíamos considerar que el ser humano es el único animal que, desde que tiene uso de razón, sabe que tiene que morir.
Después de la experiencia de estos años con esta enfermedad que tu padeces, he comprendido que nada es mas incierto. La muerte de una persona con alzheimer jamás será dulce porque precisamente en el final de tu vida no hay nada dulce, solo hay ausencia y desasosiego durante el día y desesperación, miedo y terror en tus pesadillas nocturnas ¿Qué tiene eso de dulce? Yo no reprocho nada a los doctores y sé que esa explicación es una salida a la impotencia que supone la falta de un remedio definitivo para tan cruel enfermedad.
A ti que puedes escucharme y lo que es mejor, si puedes entenderme te explicaré que en este tiempo pasado, desde que tu estado ha sido nuestra responsabilidad, he escuchado opiniones de todos los gustos respecto a mi relación contigo. Más de cien veces me han dicho que el alzheimer es hereditario. Nunca he preguntado a persona alguna por esta cuestión pero no era necesario, me lo decían de todas formas. Yo sé que lo dicen como una forma de confabulación mental contra la enfermedad; después me preguntan por mi edad y por la tuya también y una vez que se la digo, los observo y compruebo que mentalmente hacen comparación con la suya porque, en el fondo tienen miedo, el mismo miedo que yo tuve cuando fui consciente de que tu enfermedad era una realidad. Ahora mi preocupación principal no es mi herencia genética sino tu estado de salud y tu cuidado.
Sin embargo, papá, a pesar de que la situación de tu cuidado es estable y este cuidado está garantizado por tus hijos, son inevitables los momentos que me llevan a pensar en una posible repetición del problema que tu padeces sobre mi persona. Si la enfermedad llegara a alcanzarme yo no deseo que las personas que me rodean tengan que sufrir por mi causa.
Espero que lo que acabo de decir no te ofenda, tú no tenías motivo para preverlo. Además lo que has hecho por los demás cubre con creces cualquier cosa que tú necesites ahora. Eran otros tiempos y este tipo de enfermedad no estaba tan presente como ahora.
Todavía es pronto para ello, piensa que tú tienes treinta y un año mas que yo pero, sin que ello se convierta en una obsesión, debo preverlo y dejarlo solventado con el tiempo suficiente porque los políticos no siempre dedican los recursos suficientes si no es a aquello que les da bombo y platillo, aquello que es atractivo para salir publicado en los periódicos y que les permita salir en la televisión haciendo declaraciones como pavos reales. Solo en tiempo de elecciones se acuerdan de los problemas reales de las personas para volverlos a archivar una vez que éstas han terminado.
Ellos saben todos los entresijos de la administración, lo cual les permite resolver fácilmente situaciones semejantes a las que tú sufres y, al contrario que nosotros, no tendrán que padecer peregrinando de residencia en residencia para, al final, acabar pagando cantidades que son desorbitadas para una familia que a duras penas consigue vivir sin el problema añadido de un familiar afectado con alzheimer.
En la fecha actual es público que mediante un análisis se puede determinar si una persona padecerá alzheimer. A pesar de la curiosidad que pueda invadirme, yo me pregunto de qué me sirve saberlo si no hay remedio para ello. Mientras la ciencia no presente un remedio para evitar el alzheimer, el saberlo por anticipado solo provocará, en mí, malestar y angustia.
He comprobado que hay geriátricos, residencias o cualesquiera que sean sus nombres, de la administración, es cierto pero yo fui a ellos y me informaron de que la lista de espera era de un año, al menos y sin la garantía de que pasado ese tiempo hubiera plaza libre. ¿A caso se puede aparcar la enfermedad, que tú padeces, durante un año? Y suponiendo que así fuera ¿Qué persona, que necesite el trabajo diario para cubrir las necesidades mínimas para vivir, puede renunciar a ese trabajo con el objetivo de estar todas las horas del día al cuidado de un enfermo que no curará jamás hasta que llegue el día de su muerte?
En fin papá, estate seguro de que toda la familia te quiere y que haremos todo lo posible para que tu estancia en este mundo sea más llevadera. Por otra parte debo decirte que en cuanto a ese paso por las sombras de tus sueños que cada noche te aflige y te aterra, no sabemos que hacer para ayudarte. Preguntamos a los médicos y sus respuestas nos indican que tampoco pueden hacer gran cosa por ti.
Yo puedo imaginar tu padecer porque imagino que en tus sueños afloran imagines incompletas y partidas en pedazos. Afloran sueños rotos, vivencias entremezcladas como si estuvieran guardadas en un cajón de sastre, experiencias de las que solo se refleja una parte en tu memoria porque tu puntero mental solo encuentra sus restos troceados como si estuvieran diseminados en campo abierto donde el viento seca los campos mas verdes y erosiona las rocas mas firmes.
Yo no pierdo la esperanza de que la ciencia logre algún producto milagroso que pueda recuperar algo de ti y te libre, al menos, de las pesadillas. Pero eso sería un milagro y los dos sabemos que eso no… Y si descubrieran algún remedio que evitara o retrasara los efectos de la enfermedad ¿De que te serviría a ti? ¿Acaso se puede recuperar la leña quemada que se ha convertido en humo y de la que solo restan las cenizas?
Papá, esto que te explico es desesperante pero debemos ser realistas y no entrar en esos sueños para después tener que renunciar a ellos y aumentar así nuestra zozobra.
_¡Uhm, Uhm!
_¿Qué te pasa papá? ¡Ah!, espera, espera que te limpio. Echa la saliva en este pañuelo de papel, así está bien.
_Bien, bien, ¿Vas, vas, vas,… Villafranca?
_¿A Villafranca del Bierzo y a Pradela?, ¿Cómo te acuerdas de eso ahora?
_Si, Pradela, si… la madre si…
Durante los últimos meses, eran muchas las veces que José revivía al oír nombrar la aldea donde nació o cualquiera de los pueblos de la comarca donde desarrolló su vida antes de de emigrar definitivamente a Barcelona. Sus ojos revivían, se emocionaba y no dejaba de repetir el nombre de cualquier lugar, cada vez que Manuel hacía referencia a él.
Por la mente de Manuel pasó la idea de estudiar la posibilidad de llevarlo hasta el Bierzo para que viera su tierra por última vez pero pronto desechó tal propósito porque, en el estado en que se encontraba José, tenía el presentimiento de que moriría antes de llegar. Sin embargo, Manuel pensó que sí, que había algo que se podía hacer para que José viera por última vez su tierra, sus montañas, ríos e incluso oír hablar a gente del lugar, al menos a los que vivan todavía. Todo ello estaba al alcance de la mano con una video cámara. Podía grabar muchas cosas y de regreso se las enseñaría en el televisor.
_Papá me has dado una idea; como aún me quedan varios días de vacaciones estoy pensando en dar una vuelta por allí, será un día para ir, otro para visitar el territorio sacando fotos y vídeos y otro día de regreso. Cuando vuelva vendré a verte y te las mostraré, quizás puedas reconocer a la gente después de tantos años.
_Yo… yo… voy yo… Aaa… Yo voy…
_Quieto, quieto, ahora no puede ser, será otro día, ya te avisaré. Bueno Papá ahora te dejo en compañía de Erica que te dará de comer.
_Ven José, ven conmigo, vamos al comedor que ya tienes la comida en la mesa. Dile adiós a tu hijo.
José seguía a Erica, cogido por ésta de la mano, sin decir palabra alguna y haciendo equilibrios para caminar sin caerse.
_Adiós Papá, la próxima semana volveré para explicarte cosas del Bierzo.
_Si, Bierzo, si… vamos…
_Dame un abrazo –Le dijo mientras le pasaba la mano por la espalda y le arrimaba hacia sí, sin apretarle.
_Sí, vamos, vamos, si, si –Repetía José babeando con la emoción mientras Manuel se dirigía a Erica.
_Erica, el miércoles recogeré la ropa para la lavandería. He mirado en el armario y hay suficiente ropa limpia para una semana.
_No se preocupe, si hubiera algún problema le llamaré al teléfono móvil que tenemos anotado. Vamos José, vamos a la mesa que se enfría la comida.
Hasta el miércoles, adiós.
